Hoy mis manos están destrozadas. Eso
no pasaba cuando tu estabas. Entonces entrabas y yo te recibía con
un “buenos días, princesa”. Los días se nos escapaban entre un
temporal de besos y cosquillas indiscretas.
Pero ahora, amor, ahora mis manos están
destrozadas y tu calor se ha marchado poco a poco de la punta de mis
dedos. Qué cruel, qué extraño. Yo quiero ver si todavía te
brillan los ojos cuando sonríes, y si todavía ladeas la cabeza
cuando estás enamorada.
En estas letras nostálgicas que no
dicen nada, te mando tres atardeceres y ocho primaveras. Yo, mientras
tanto, esperaré a que los días se hagan más largos, y a que mis
manos se acostumbren a tu ausencia.
No hay comentarios :
Publicar un comentario