Es fría
y maravillosa como tú. Su rectitud me recuerda a tus labios. Yo la
tomo entre mis manos y siento como el calor de tu piel pasa a mis
dedos. Cuando estamos a solas construimos fantasías. Por ejemplo,
yo la tomo suavemente y los dos nos deslizamos rozando las sábanas y
tatuando de azul el papel. A veces, cuando ella descansa yo te sigo
soñando en sueños de tinta y carne. Yo la guardo como guardo tus
besos, como abrazo tu cuerpo, frío, recto, y de plata.
viernes, 27 de febrero de 2015
jueves, 26 de febrero de 2015
Patriota de ti
Soy
patriota de ti porque mi patria eres tú. Tu cuerpo es esa tierra que
siento mía cuando quedo huérfano de todo, cuando busco refugio,
cuando el día termina y hace frío y se hielan mis manos. Yo en las
tuyas veo el inicio de la tierra que amo, en tus ojos encuentro la
bandera de mi patria, y en tu boca los ríos que bañan mis campos.
Yo que soy patriota de ti, me declaro soldado de tus besos, esclavo
de tus abrazos.
Sin ti no soy poeta
Me
gustaría que todo volviese a ser como antes, cuando yo era tu loco y
tú te dejabas querer. Entonces yo aspiraba a inundar tu alma de
versos, y a soñarte cada día un poco más. Ahora dices que el
invierno es duro, y yo te digo que sin ti incluso la primavera es un
carámbano de hielo. Tal vez sea porque somos de mundos distintos,
porque contigo era más fácil, porque sin ti no soy poeta.
martes, 24 de febrero de 2015
Olor a mujer
Se
levantó y se fue. Siempre hacía lo mismo. Era maldita y misteriosa.
A mí me gustaba pasar largos minutos a su lado, sentir como el calor
la abandonaba y como poco a poco su cuerpo iba adquiriendo esa
tibieza sublime. Pero ella después siempre quería volar libre. Se
iba, se marchaba, y me dejaba un espacio vacío en el pecho, y las
sábanas oliendo a mujer.
lunes, 23 de febrero de 2015
Abrazos
Los
abrazos son para quién pueda darlos. Yo, como no tengo brazos,
escribo porque no conozco otra forma de amar. Tal vez pienses que
contigo sería distinto, que te tomaría de la mano y te llevaría a
donde el día cambia de nombre. Pero yo, que no tengo brazos, sólo
consigo amarte en una maraña de letras. Así tú te vuelves sutil,
fina, de polvo y papel; y yo, que no tengo brazos, te escribo porque
es la única forma de amarte que sé.
Yo ya no seré
Cuando leas esto serás feliz y yo ya
no seré. Es extraño, hasta que no ocurren ciertas cosas no se
comprende que es la vida. Ahora sé que mi vida eras tú, y ahora que
tú no puedes ser, mi vida ya no es.
Resulta paradójico, tu felicidad
consumada ligada al destino de otro que no soy yo. Debería de estar
contento, supongo. Pero también debería estar abatido.
Tal vez lo que más duela sea saber que
tu cuerpo arderá lejos de mí, que otro probará tu sabor a fuego, y
te verá agitarte como un volcán. Mientras tanto yo ya no seré. Tal
vez tras el umbral te encuentre, tal vez te ame incluso más. Lejos,
muy lejos de ti, en otro yo, te guardaré para siempre en la estancia
más luminosa de mi alma desdichada.
Así te dejo, amor, así te dejo; yo
tengo una existencia por concluir y tú toda una vida por disfrutar.
Te dejo todo el amor que a ti te sobra, y estas humildes letras
solitarias. Me voy sabiendo que serás de otro, que será otro quien
conozca tu centro, y quien pose sus labios en los momentos más
íntimos en la suave piel de tus pechos.
Eternamente tuyo, te mando mil besos,
mil besos como mil hormiguitas traviesas recorriendo tu cuello...
viernes, 6 de febrero de 2015
En la galería...
La tonalidad de su pelo era mil veces más majestuosa que los colores con que Monet pintó el cuadro que tiene delante.
Es toda luz, y temo que si me acerco un poco más vaya a desaparecer ante mis ojos. Intento no mirarla. Me giro hacia al Renoir que tengo a mi derecha, pero me vuelvo otra vez hacia ella. No soy mas que un vil trozo de metal y ella un imán de piel, carne, y magia.
Sus hombros son la mayor obra de arte que hay en la galería. Mi mirada se desliza por sus brazos y se detiene en la punta de sus dedos, diez exquisitas piezas de celestial calidez humana.
Jamás existió un ser más sublime visto de espaldas.
Es toda luz, y temo que si me acerco un poco más vaya a desaparecer ante mis ojos. Intento no mirarla. Me giro hacia al Renoir que tengo a mi derecha, pero me vuelvo otra vez hacia ella. No soy mas que un vil trozo de metal y ella un imán de piel, carne, y magia.
Sus hombros son la mayor obra de arte que hay en la galería. Mi mirada se desliza por sus brazos y se detiene en la punta de sus dedos, diez exquisitas piezas de celestial calidez humana.
Jamás existió un ser más sublime visto de espaldas.
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