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sábado, 3 de octubre de 2015

Desierto y sabana

Pasé toda la noche mirándola, simplemente viéndola respirar y dialogando con su respiración. Era tan rica despierta como dormida. En aquel momento se acababa de dar la vuelta y su pechos de caramelo ya no me apuntaban curiosos, ni su semblante sonriente de ninfa traviesa amenazaba con darme la vida eterna. Ahora de espaldas, con los brazos ocultos tras su cuerpo y la sábana por la cintura, yo tenía otra perspectiva de su monumento. Ahora su cuerpo desnudo me recordaba a la sabana, o tal vez al desierto, un desierto ondulante y siempre en cambio. Ahora deslizaba la vista por el mirador de su nuca y caía por todas las dunas de su cuerpo, notándola existir, latiendo viva, dibujándola con los ojos, amándola sin querer, sabiendo que era ella, la estrella con los ojos color miel, más brillante que había dormido en mi cama.

domingo, 12 de abril de 2015

Y ella volando sola

Otra vez solo. Otra vez tú. Así está mejor. Así es como tiene que ser. Simplemente no naciste para compartir tu vida con otra persona. Eso es para otros, para los que saben amar. Tú solo sabes escribir.

Sabes que la soledad te viene bien. Ella te ha moldeado y te ha hecho escritor. Hoy eres quien eres gracias a la soledad.

En compañía se estaba bien. La querías. Sí, la amabas. Como diría Neruda: "Cómo no amar sus grandes ojos fijos."

Pero era todo demasiado irreal, ese no eras tú. Tú eres el de los poemas, ya sabes; el que le escribe a medianoche, el que no tiene más consuelo que su pluma. De todas formas ella no iba a ser feliz a tu lado. ¿Qué podías ofrecerle sino nostalgia? No te merecías irte todas las noches a la cama con una amazona.

Otras vez solo vuelves a ser tú. Vuelves a la normalidad, vuelves a ser el de antes, vuelves a ser el de siempre. Solos tú y tu soledad. Y ella volando sola lejos de ti, entre tinta y papel.

domingo, 29 de marzo de 2015

Tu canalla

-¿Qué haces?

-Te miro.

-¿Por qué?

-¿Qué pasa, no puedo mirarte?

-¿A qué viene esa sonrisa?

-Tú también sonríes...

-Sí, pero el que me miras eres tú.

-¿Y qué? Te miro porque me gustas.

-¿Y por qué sonríes?

-No sé, tal vez porque te amo.

-¿Y por eso sonríes de esa forma?

-Sí.

-Eres un idiota.

-Sí, tal vez... puede que lo sea.

-¿Siempre te vas a quedar así después de que hagamos el amor?

-¿Acaso no puedo?

-¡Ey, no te rías!

-¿Y tú porqué te acercas?

-Yo no me acerco. Eres tú el que quiere besarme.

-Yo no quiero besarte.

-¡No seas mentiroso!

-Lo estás deseando desde que abriste los ojos.

-¿Y cómo estás tan seguro?

-Porque desde aquí se te escucha el corazón.

-¡Qué gracioso! Te ha quedado muy poético, ¿sabes? Pero he escuchado mucho mejores.

-¡Qué presumida eres!

-Y tú que canalla.

-Tu canalla.

-Eso es lo que tu quisieras.

-Princesa, eso es lo que los dos queremos.