sábado, 3 de octubre de 2015

Desierto y sabana

Pasé toda la noche mirándola, simplemente viéndola respirar y dialogando con su respiración. Era tan rica despierta como dormida. En aquel momento se acababa de dar la vuelta y su pechos de caramelo ya no me apuntaban curiosos, ni su semblante sonriente de ninfa traviesa amenazaba con darme la vida eterna. Ahora de espaldas, con los brazos ocultos tras su cuerpo y la sábana por la cintura, yo tenía otra perspectiva de su monumento. Ahora su cuerpo desnudo me recordaba a la sabana, o tal vez al desierto, un desierto ondulante y siempre en cambio. Ahora deslizaba la vista por el mirador de su nuca y caía por todas las dunas de su cuerpo, notándola existir, latiendo viva, dibujándola con los ojos, amándola sin querer, sabiendo que era ella, la estrella con los ojos color miel, más brillante que había dormido en mi cama.

No hay comentarios :

Publicar un comentario