domingo, 11 de octubre de 2015

Los hombros más puros...

Aquellos eran los hombros más puros de la raza humana. Bronce en la cúspide redondeada, canela a media altura, y después, toda una cascada café hasta los brazos, hasta el codo, hasta las manos. Era todo ella una espléndida maravilla de piel tostada. Mudo e indefenso sólo podía deleitarme. Eran todas para mí aquellas dos inigualables piezas de fruta femenina, aquel exquisito conjunto de carne.

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