Entonces
cometes la estupidez más grande del siglo y le escribes a medianoche. Dos
palabras, a veces una línea solitaria, lo que sea con el objetivo de que sepa
que sigues ahí… cómo si no lo supiera. Y te sientes triste, eufórico, abatido,
contento, estúpido, raro. Piensas en la cara de indiferencia que pondrá cuando
lo lea. Piensas en lo extraño que debe de pensar que eres. Pero le has escrito,
ya está hecho. Te has desahogado para volverte a ahogar, más profundo, más
abajo en el fondo. Pero no te importa. Qué demonios. Se lo has dicho. Por
enésima vez le has dicho lo que ya está cansada de leer, de escuchar. Sabes que
no le importa. Pero no pasa nada. No puedes hacer nada, sólo ser, estar ahí,
plantado en mitad de la nada, esperando a que ella pase y te recoja. Pero sabes
que ella no va a pasar, que no te v a recoger, que seguirás ahí, siendo tú con
todo tu yo. Y nada más. Ella es
compasiva porque sabe que tienes una pobre alma, extraña, a veces incomprensible,
pero pobre al fin y al cabo. Demasiada sombra y demasiada luz. Ella sabe que
eres demasiada sombra.
Mostrando entradas con la etiqueta medianoche. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta medianoche. Mostrar todas las entradas
lunes, 21 de diciembre de 2015
domingo, 12 de abril de 2015
Y ella volando sola
Otra vez solo. Otra vez tú. Así está mejor. Así es como tiene que ser. Simplemente no naciste para compartir tu vida con otra persona. Eso es para otros, para los que saben amar. Tú solo sabes escribir.
Sabes que la soledad te viene bien. Ella te ha moldeado y te ha hecho escritor. Hoy eres quien eres gracias a la soledad.
En compañía se estaba bien. La querías. Sí, la amabas. Como diría Neruda: "Cómo no amar sus grandes ojos fijos."
Pero era todo demasiado irreal, ese no eras tú. Tú eres el de los poemas, ya sabes; el que le escribe a medianoche, el que no tiene más consuelo que su pluma. De todas formas ella no iba a ser feliz a tu lado. ¿Qué podías ofrecerle sino nostalgia? No te merecías irte todas las noches a la cama con una amazona.
Otras vez solo vuelves a ser tú. Vuelves a la normalidad, vuelves a ser el de antes, vuelves a ser el de siempre. Solos tú y tu soledad. Y ella volando sola lejos de ti, entre tinta y papel.
Sabes que la soledad te viene bien. Ella te ha moldeado y te ha hecho escritor. Hoy eres quien eres gracias a la soledad.
En compañía se estaba bien. La querías. Sí, la amabas. Como diría Neruda: "Cómo no amar sus grandes ojos fijos."
Pero era todo demasiado irreal, ese no eras tú. Tú eres el de los poemas, ya sabes; el que le escribe a medianoche, el que no tiene más consuelo que su pluma. De todas formas ella no iba a ser feliz a tu lado. ¿Qué podías ofrecerle sino nostalgia? No te merecías irte todas las noches a la cama con una amazona.
Otras vez solo vuelves a ser tú. Vuelves a la normalidad, vuelves a ser el de antes, vuelves a ser el de siempre. Solos tú y tu soledad. Y ella volando sola lejos de ti, entre tinta y papel.
lunes, 27 de octubre de 2014
Versos a medianoche
Quiero una musa
que acepte versos
a medianoche.
Quiero una maravilla
de ojos negros
y alma clara.
Ahora que el Sol
se esconde
más temprano
quiero encontrarte
donde la tarde
cambia de nombre
y el crepúsculo
se transforma
en noche.
Suscribirse a:
Entradas
(
Atom
)