jueves, 30 de abril de 2015

Reencuentro

-¿Sabes que te busqué?

-Bueno…

-Pero cuando vi que no contestabas supe que te había perdido… que habíamos perdido el contacto.

-Cambié de mail, simplemente.

-Sí, fue lo que pensé. Podrías…

-¿Qué?

-Podrías habérmelo dicho.

-Sí…, pero en cada uno de tus mensajes veía que sufrías. Seguir en contacto conmigo no hubiese sido bueno para ti.

-Bueno, ahora estamos tomando un café…

-Sí…

-¿Recuerdas aquel día en clase de latín?

-¿Qué día?

-El día en que faltaron todos, hasta la profesora, y estuvimos solos.

-Sí… bueno, creo que sí.

-Me encantaba la clase de latín.

-Lo sé.

-¿Te acuerdas?

-Sí.

-Me encantaba. Me podía sentar a tu lado y ver esa preciosa letra tuya, tan redonda y chiquitita. Qué tonto soy, ¿verdad? Recordando ahora con esta edad algo de hace más de diez años.

-Tal vez deberías desprenderte de esos recuerdos. No creo que sean buenos para ti.

-Es uno de los mejores que tengo de aquellos años. Recuerdo como ibas a clase, los zapatos que llevabas, el estuche que usabas… Y sigues siendo igual de guapa.

-Bueno… ¿Hasta cuando te vas a quedar firmando libros?

-¿Eh? Bueno, aquí solo era hoy. Pero ahora viene la Feria del Libro y estaré en varios sitios.

-Ah, vale…

-¿Cómo encontraste mi libro?

-Vi el anuncio en televisión. Reconocí tu nombre, y me acordé que habías dicho que estabas escribiendo una novela de ese tipo.

-¿Lo has leído?

-¡Claro! Si no no hubiese ido a tu firma.

-Claro… gracias. ¿Te gustó?

-¡Por supuesto! Has trazado una gran trama y te ha salido muy bien. Y el final fantástico, no me lo esperaba. No me extraña que hayan apostado tan fuerte por ti.

-Muchas gracias. Te lo agradezco de verdad. Eres historiadora, así que si a ti te ha gustado tanto puedo darme por satisfecho.

-Tampoco es que sea una gran experta en esa época. Pero está muy bien.

-Cuando te vi llegar no me lo podía creer. A pesar de todos los años que han pasado te reconocí al instante.

-Sí, y yo a ti.

-Bueno, tú tenías ventaja. Sabías que iba a estar ahí.

-Sí, es verdad, pero tampoco has cambiado nada. Incluso estás más joven.

-Bueno, gracias. Aunque no es exactamente así.

-En fin, me alegro de haber vuelto a saber de ti y de que hayas podido cumplir tu sueño. Yo ahora…

-¿Puedo preguntarte una cosa?

-Sí, claro.

-¿Cómo es él?

-¿Quién?

-Él.

-¿Por qué das por hecho que tengo pareja?

-…

-Él no importa en esta conversación.

-Claro… lo siento. Perdona, no quería…

-No tranquilo, no pasa nada.

-¿Volveremos a vernos otra vez?

-No lo sé. No creo.

-Si vuelvo, ¿puedo avisarte...?

-Creo que harías bien en olvidarme. Todo esto te hace daño. Me ha encantado tu novela, y compartir estos minutos contigo, pero no es bueno para ti. No dejes de escribir, lo haces bien.

-Aún te quiero, lo sabes.


-Sigue escribiendo, lo haces bien. Buena suerte.

jueves, 16 de abril de 2015

Cuando me eches de menos

-¿Qué te pasa?-

-Nada.

-¿Y ese gesto?

-¿Qué gesto?

-Ése... Lo haces siempre.

-¿Cuál?

-Morderte el labio. Lo haces siempre.

-No me muerdo el labio. Lo que hago es... ponerlo así... dentro de la boca... ¿Ves?

-Eso es morderse el labio.

-No, no. Mira... así.

-Sí... ya veo. Bueno, ¿y por qué estás enfadada?

-¡Que no lo estoy!

-Te pasa algo.

-¡Que no!

-Venga, dime.

-...

-¿Qué te preocupa?

-¿Para qué quieres que te lo cuente? ¡No me mires así como si te importase!

-¡Claro que me importas! Venga, cuéntamelo.

-Dame un abrazo.

-¿Era eso? ¿Un abrazo?

-¡No seas tonto!

-¿Entonces...?

-Estaba pensando...

-¿Qué?

-Estaba pensando en lo que pasará cuando te vayas.

-Ya hemos hablado muchas veces de eso. No tienes porqué preocuparte.

-Te olvidarás de mí.

-No lo digas así que me pones triste. Claro que no te olvidaré. Estaré pensando en ti todo el día.

-¿Y quién te dice que no conocerás a otra chica?

-Conoceré a chicas, a chicos, amigas, amigos, gente... Es normal.

-Es normal que te busques otra novia si la tuya está lejos.

-¡No digas tonterías! Mírame... Eh, mírame. ¿Cómo quieres que te diga que te quiero?

-Déjalo... no importa.

-Venga, no me gusta verte así.

-Pues no me mires.

-No te pongas así, por favor. Ven aquí... Ven, anda... Necesito darte otro abrazo.

-Y yo...


-¿Me echarás de menos entonces?

-Te echaré de menos y echaré de menos estos momentos.

-¿Qué momentos? ¿Cuándo discutimos?

-No, tonta. Cuando estamos así abrazados. Cuando dejas caer tu cabeza sobre mi hombro. Cuando juego con tu pelo. Cuando te acaricio y tú suspiras. Cuando miramos los dos al infinito...

-¿Dónde has leído todo eso?

-¡En ninguna parte! ¿Por quién me tomas?

-¿Entonces, se te ha ocurrido espontáneamente todo ahora?

-Claro, ¿qué pasa? ¿Acaso no puedes inspirarme cosas bonitas?

-Supongo... pero pensé que era de Neruda o alguien así.

-¡Que va! De Neruda es: “La noche está estrellada y tiritan, azules los astros, a lo lejos.”

-No me gusta.

-Si leyeses el poema entero te gustaría.

-¿Quién va a hablarme de poesía cuando tú no estés?

-No sé... tal vez seas tú la que me olvides.

-¿¡Estás tonto o qué!?

-Puede ser. Puede que seas tú la que conozcas a otro y te olvides de mí.

-Yo jamás haría eso...

-Lo sé.

-No quiero que te vayas.

-¿Y qué puedo hacer?

-¡Renuncia a todo y quédate aquí conmigo!

-Qué graciosa...

-Era broma. Sé que esa beca es muy importante para ti.

-Siempre podrás venir a verme.

-No creo que mis padres me dejen ir sola.

-Bueno, pues vendré yo a buscarte como si fueras mi niña.

-¡Soy tu niña!

-Claro, claro...

-Te echaré de menos... ¿Y tú?

-No sé... tal vez.

-¿Tal vez?

-Tal vez no.

-¡Sigue así y vas a irte con la marca de una buena bofetada en la cara!

-Es que me encanta ver como te muerdes el labio cuando te enfadas.

-¡No me lo muerdo! Solo me lo meto entre los dientes.

-¿No era en la boca?

-No, no. Entre los dientes. Así... ¿ves?... En la boca... Entre los dientes, quiero decir.

-¿Y eso no es mordertelo?

-No.

-¿Me das un beso entonces?

-Ahora no. Me has hecho enfadar.

-Se te da muy mal hacerte la enfadada.


-Y a ti el fingir que no vas a echarme muchísimo de menos.

Protocolo

Todos cenando. Comentando banalidades. Risas de cortesía para comentarios precocinados. Y yo pendiente de ti. Acariciándote con mi silencio. Observando el pliegue de tus labios al sonreír. Qué me importará a mí todo ese protocolo. Yo quiero que suene la música y sacarte a bailar. Quiero preguntarte tu nombre. Quiero dejar de mirarte y pasar a agasajarte como un idiota que sabe que ha encontrado a una chica demasiado buena para él. Qué me importará a mí todo este protocolo. En todo este mar de murmullos ininteligibles me quedo con tu cabellera oscura y con las cuatro miradas furtivas que nos hemos regalado.

Volverte a escribir

Estúpido de mí vuelvo a escribirte. Tú, que ya no te acuerdas de mí, que habrás olvidado hasta mis manos...

En mi delirio a menudo imagino como hubiese sido mi vida contigo. Pienso como sería encontrarte despeinada cada mañana. Como sería compartir mi vida con una diosa de ojos oscuros.

Vuelvo a escribirte como el niño que corre asustado a las faldas de su madre, como el vagabundo que no encuentra cobijo, como un pájaro que esquiva la lluvia. Qué tendrán tus mejillas que enloquecen a mis labios. Qué tendrá tu perfume...


Estúpido de mí vuelvo a escribirte. Vuelvo al punto de partida, vuelvo a acostarme en tu pecho, vuelvo a tu boca. Vuelvo a ser quién fui. Ese loco extraño, ese bufón, esa rama quebradiza, ese que te quiso, ese que te quiere, ese de la risa nerviosa, ese al que le quedaban mal todos los trajes. Así me quisiste, así no me quieres. Estúpido de mí que te idolatra. Estúpido de mí que vuelve a escribirte.

A solas con sus versos

¡Se ha ido! ¡Y ahora qué va a hacer ella con mis versos! ¡Qué va a quedar de mí! ¡Qué va a ser de nosotros! Tal vez no recuerde que sigo aquí y que no puedo vivir sin ella. Quizás vuelva añorando mis letras. Quizás me sueñe, quizás me ame. Mientras tanto yo la espero. Yo la espero y sueño sus manos. Yo la espero y velo su ausencia. Aquí donde duele me acuerdo de ella. Aquí donde escribo la encuentro, firme y agradable entre mis dedos. Ahora, que se ha marchado y me ha dejado a solas con sus versos.

Adiós

Bueno, era inevitable. Sabías que iba a pasar. Tarde o temprano ocurriría. Después de todo, quién eras tú. Tú eras triste y débil. Ella no se merecía alguien así. Ella se merecía a alguien que la sacase a bailar, que la llevase al mar por la noche, que pudiera mirarla a los ojos sin sentirse inferior. Ahora se ha ido. Ahora será feliz. Tú debes seguir tu camino. Era inevitable y lo estabas esperando. No puedes culparla, ¡cómo hacerlo! Después de todo, quien eras tú. Ella se merecía a alguien que fuese más que versos.

domingo, 12 de abril de 2015

Ciencia

-Ya sabes, es solo química.

-No me gusta cuando dices eso.

-Pero es la verdad.

-¿Incluso ahora cuando caminamos de la mano, también?

-Claro.

-Yo no lo veo así.

-Pues es así.

-No te pongas serio.

-No me pongo serio. Es la ciencia que es así.

-¡Esto no es ciencia!

-¡Todo lo es!

-¿Si te amo también es ciencia?

-Si me amas es porque sientes algo, y si sientes algo es porque ciertas partículas, ciertas moléculas dentro de tu cerebro actúan de determinada manera.

-Ya... las hormonas. No podían faltar las hormonas.

-Sí, pero no solo eso. Verás...

-¿Y por qué pasa todo eso que dices que pasa en mi cerebro?

-Bueno, pues porque es así, porque funciona así.

-Sí, pero por qué. ¿Por qué contigo y no con otro?

-Eso no tiene importancia.

-¡Oh! ¡Sí que la tiene! ¡Ya lo creo que la tiene!

-A efectos fisiológicos es igual.

-Vale. Pero quiero que me digas por qué te quiero a ti y no a otro.

-¡Es lo mismo yo que otro! ¡Funciona igual!

-No sabes. No sabes porqué. Tu querida ciencia todavía no puede explicar eso.

-Bueno, en términos evolucionistas es posible que como hembra hayas visto que tengo las cualidades que como macho consideras adecuadas para tener descendencia.

-¡No, no! ¡No me vengas con Darwin ahora! ¡Que ese tenía explicaciones para todo!

-Pues como quieras, pero es así. Es ciencia.

-Ok. Pues cuando tu ciencia me explique porque me gusta pasear al atardecer de la mano contigo y no con otro me lo cuentas.

Un ángel en un pestañeo

Qué guapa. Y que estúpido yo al escribirle a una desconocida. A mi edad ya no estoy para estas cosas de colegial enamorado. Ni siquiera soy capaz de recordar de que color tenía los ojos. En realidad no lo sé. No lo sé porque no me dio tiempo a vérselos. Quizás marrones. Pienso que ese marrón almendra tan bonito. No la mire a los ojos. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo capturar en un pestañeo a un ángel?

Y ella volando sola

Otra vez solo. Otra vez tú. Así está mejor. Así es como tiene que ser. Simplemente no naciste para compartir tu vida con otra persona. Eso es para otros, para los que saben amar. Tú solo sabes escribir.

Sabes que la soledad te viene bien. Ella te ha moldeado y te ha hecho escritor. Hoy eres quien eres gracias a la soledad.

En compañía se estaba bien. La querías. Sí, la amabas. Como diría Neruda: "Cómo no amar sus grandes ojos fijos."

Pero era todo demasiado irreal, ese no eras tú. Tú eres el de los poemas, ya sabes; el que le escribe a medianoche, el que no tiene más consuelo que su pluma. De todas formas ella no iba a ser feliz a tu lado. ¿Qué podías ofrecerle sino nostalgia? No te merecías irte todas las noches a la cama con una amazona.

Otras vez solo vuelves a ser tú. Vuelves a la normalidad, vuelves a ser el de antes, vuelves a ser el de siempre. Solos tú y tu soledad. Y ella volando sola lejos de ti, entre tinta y papel.

domingo, 5 de abril de 2015

Tres atardeceres y ocho primaveras

Hoy mis manos están destrozadas. Eso no pasaba cuando tu estabas. Entonces entrabas y yo te recibía con un “buenos días, princesa”. Los días se nos escapaban entre un temporal de besos y cosquillas indiscretas.

Pero ahora, amor, ahora mis manos están destrozadas y tu calor se ha marchado poco a poco de la punta de mis dedos. Qué cruel, qué extraño. Yo quiero ver si todavía te brillan los ojos cuando sonríes, y si todavía ladeas la cabeza cuando estás enamorada.

En estas letras nostálgicas que no dicen nada, te mando tres atardeceres y ocho primaveras. Yo, mientras tanto, esperaré a que los días se hagan más largos, y a que mis manos se acostumbren a tu ausencia.

miércoles, 1 de abril de 2015

Demasiado imperfecto

Mi ninfa tierna, donde estarás. Recuerdo que eras de nata, de nata y suave, y dulce, y clara. Yo recorría tu piel como las nubes recorren el cielo. Qué felices hubiésemos sido...
Yo era demasiado imperfecto.

Ahora imagino que otro encontrará tus labios finos en la oscuridad, te tomará de la mano y te robará sonrisas de fresa. Tú le harás caricias, él jugará con tu pelo... Mientras yo te escribo.

Yo era demasiado imperfecto.

Yo solo quería mirarte a los ojos y pasar dos segundos a solas contigo. Nunca sabremos cuanto te hubiese querido.

Ahora eres lejanía, lejanía y desengaño. Yo no me atreví a mirarte a los ojos cuando estuve a solas contigo. Yo, que era simple, normal, mundano, y cobarde a tu lado; me detuve en la perfecta configuración de tus labios. Y después, soñé más abajo, donde mi piel con tu piel se hacía sublime, allí, en aquel valle cálido...