-¿Sabes
que te busqué?
-Bueno…
-Pero
cuando vi que no contestabas supe que te había perdido… que habíamos perdido el
contacto.
-Cambié
de mail, simplemente.
-Sí,
fue lo que pensé. Podrías…
-¿Qué?
-Podrías
habérmelo dicho.
-Sí…,
pero en cada uno de tus mensajes veía que sufrías. Seguir en contacto conmigo
no hubiese sido bueno para ti.
-Bueno,
ahora estamos tomando un café…
-Sí…
-¿Recuerdas
aquel día en clase de latín?
-¿Qué
día?
-El día
en que faltaron todos, hasta la profesora, y estuvimos solos.
-Sí…
bueno, creo que sí.
-Me
encantaba la clase de latín.
-Lo sé.
-¿Te
acuerdas?
-Sí.
-Me
encantaba. Me podía sentar a tu lado y ver esa preciosa letra tuya, tan redonda
y chiquitita. Qué tonto soy, ¿verdad? Recordando ahora con esta edad algo de
hace más de diez años.
-Tal vez deberías desprenderte de esos recuerdos. No creo que sean buenos para
ti.
-Es uno
de los mejores que tengo de aquellos años. Recuerdo como ibas a clase, los
zapatos que llevabas, el estuche que usabas… Y sigues siendo igual de guapa.
-Bueno…
¿Hasta cuando te vas a quedar firmando libros?
-¿Eh?
Bueno, aquí solo era hoy. Pero ahora viene la Feria del Libro y estaré en
varios sitios.
-Ah,
vale…
-¿Cómo
encontraste mi libro?
-Vi el
anuncio en televisión. Reconocí tu nombre, y me acordé que habías dicho que
estabas escribiendo una novela de ese tipo.
-¿Lo
has leído?
-¡Claro!
Si no no hubiese ido a tu firma.
-Claro…
gracias. ¿Te gustó?
-¡Por
supuesto! Has trazado una gran trama y te ha salido muy bien. Y el final
fantástico, no me lo esperaba. No me extraña que hayan apostado tan fuerte por
ti.
-Muchas
gracias. Te lo agradezco de verdad. Eres historiadora, así que si a ti te ha
gustado tanto puedo darme por satisfecho.
-Tampoco
es que sea una gran experta en esa época. Pero está muy bien.
-Cuando
te vi llegar no me lo podía creer. A pesar de todos los años que han pasado te
reconocí al instante.
-Sí, y
yo a ti.
-Bueno,
tú tenías ventaja. Sabías que iba a estar ahí.
-Sí, es
verdad, pero tampoco has cambiado nada. Incluso estás más joven.
-Bueno,
gracias. Aunque no es exactamente así.
-En
fin, me alegro de haber vuelto a saber de ti y de que hayas podido cumplir tu
sueño. Yo ahora…
-¿Puedo
preguntarte una cosa?
-Sí,
claro.
-¿Cómo
es él?
-¿Quién?
-Él.
-¿Por
qué das por hecho que tengo pareja?
-…
-Él no
importa en esta conversación.
-Claro…
lo siento. Perdona, no quería…
-No
tranquilo, no pasa nada.
-¿Volveremos
a vernos otra vez?
-No lo
sé. No creo.
-Si
vuelvo, ¿puedo avisarte...?
-Creo
que harías bien en olvidarme. Todo esto te hace daño. Me ha encantado tu
novela, y compartir estos minutos contigo, pero no es bueno para ti. No dejes
de escribir, lo haces bien.
-Aún te
quiero, lo sabes.
-Sigue
escribiendo, lo haces bien. Buena suerte.