-¿Qué te pasa?-
-Nada.
-¿Y ese gesto?
-¿Qué gesto?
-Ése... Lo haces siempre.
-¿Cuál?
-Morderte el labio. Lo haces siempre.
-No me muerdo el labio. Lo que hago
es... ponerlo así... dentro de la boca... ¿Ves?
-Eso es morderse el labio.
-No, no. Mira... así.
-Sí... ya veo. Bueno, ¿y por qué
estás enfadada?
-¡Que no lo estoy!
-Te pasa algo.
-¡Que no!
-Venga, dime.
-...
-¿Qué te preocupa?
-¿Para qué quieres que te lo cuente?
¡No me mires así como si te importase!
-¡Claro que me importas! Venga,
cuéntamelo.
-Dame un abrazo.
-¿Era eso? ¿Un abrazo?
-¡No seas tonto!
-¿Entonces...?
-Estaba pensando...
-¿Qué?
-Estaba pensando en lo que pasará
cuando te vayas.
-Ya hemos hablado muchas veces de eso.
No tienes porqué preocuparte.
-Te olvidarás de mí.
-No lo digas así que me pones triste.
Claro que no te olvidaré. Estaré pensando en ti todo el día.
-¿Y quién te dice que no conocerás a
otra chica?
-Conoceré a chicas, a chicos, amigas,
amigos, gente... Es normal.
-Es normal que te busques otra novia si
la tuya está lejos.
-¡No digas tonterías! Mírame... Eh,
mírame. ¿Cómo quieres que te diga que te quiero?
-Déjalo... no importa.
-Venga, no me gusta verte así.
-Pues no me mires.
-No te pongas así, por favor. Ven
aquí... Ven, anda... Necesito darte otro abrazo.
-Y yo...
…
-¿Me echarás de menos entonces?
-Te echaré de menos y echaré de menos
estos momentos.
-¿Qué momentos? ¿Cuándo discutimos?
-No, tonta. Cuando estamos así
abrazados. Cuando dejas caer tu cabeza sobre mi hombro. Cuando juego
con tu pelo. Cuando te acaricio y tú suspiras. Cuando miramos los
dos al infinito...
-¿Dónde has leído todo eso?
-¡En ninguna parte! ¿Por quién me
tomas?
-¿Entonces, se te ha ocurrido
espontáneamente todo ahora?
-Claro, ¿qué pasa? ¿Acaso no puedes
inspirarme cosas bonitas?
-Supongo... pero pensé que era de
Neruda o alguien así.
-¡Que va! De Neruda es: “La noche
está estrellada y tiritan, azules los astros, a lo lejos.”
-No me gusta.
-Si leyeses el poema entero te
gustaría.
-¿Quién va a hablarme de poesía
cuando tú no estés?
-No sé... tal vez seas tú la que me
olvides.
-¿¡Estás tonto o qué!?
-Puede ser. Puede que seas tú la que
conozcas a otro y te olvides de mí.
-Yo jamás haría eso...
-Lo sé.
-No quiero que te vayas.
-¿Y qué puedo hacer?
-¡Renuncia a todo y quédate aquí
conmigo!
-Qué graciosa...
-Era broma. Sé que esa beca es muy
importante para ti.
-Siempre podrás venir a verme.
-No creo que mis padres me dejen ir
sola.
-Bueno, pues vendré yo a buscarte como
si fueras mi niña.
-¡Soy tu niña!
-Claro, claro...
-Te echaré de menos... ¿Y tú?
-No sé... tal vez.
-¿Tal vez?
-Tal vez no.
-¡Sigue así y vas a irte con la marca
de una buena bofetada en la cara!
-Es que me encanta ver como te muerdes
el labio cuando te enfadas.
-¡No me lo muerdo! Solo me lo meto
entre los dientes.
-¿No era en la boca?
-No, no. Entre los dientes. Así...
¿ves?... En la boca... Entre los dientes, quiero decir.
-¿Y eso no es mordertelo?
-No.
-¿Me das un beso entonces?
-Ahora no. Me has hecho enfadar.
-Se te da muy mal hacerte la enfadada.
-Y a ti el fingir que no vas a echarme
muchísimo de menos.
No hay comentarios :
Publicar un comentario