viernes, 6 de febrero de 2015

En la galería...

La tonalidad de su pelo era mil veces más majestuosa que los colores con que Monet pintó el cuadro que tiene delante.

Es toda luz, y temo que si me acerco un poco más vaya a desaparecer ante mis ojos. Intento no mirarla. Me giro hacia al Renoir que tengo a mi derecha, pero me vuelvo otra vez hacia ella. No soy mas que un vil trozo de metal y ella un imán de piel, carne, y magia.

Sus hombros son la mayor obra de arte que hay en la galería. Mi mirada se desliza por sus brazos y se detiene en la punta de sus dedos, diez exquisitas piezas de celestial calidez humana.

Jamás existió un ser más sublime visto de espaldas.


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