A tu cuerpo le gustan mis manos.
No lo niegues, lo sé.
Lo sé desde la primera vez que te toqué.
Tus caminos tienen algo magnético,
algo que llama a las yemas de mis dedos.
Yo los suelto y los dejo
que se diviertan como niños traviesos.
Tu disfrutas cuando se inventan nuevas caricias,
y yo cuando descubren un nuevo rincón de tu cuerpo.
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