Acabo
de escribir uno de esos relatos de los que podría escribir mil, de esos en los
que escribo: “Princesa, sabes a estrellas regadas de miel.” De esos en los que
intento hacer un mundo de cada palabra, o de encerrar un mundo en tres sílabas,
escribiendo cosas del tipo: “A mí me gusta cuando te dejas caer junto a mí y
parece que el universo se detiene para nosotros.” Uno de esos textos estúpidos
que tú ya tomas como una más de mis ocurrencias, igual que las flores sienten
caer sobre ellas la lluvia.
Éste,
como mil, es otro relato más de catorce palabras de amor y ochenta melancólicas,
otro pañuelo más de lágrimas donde te escribo. Otro texto más, otra excusa para
encontrarme contigo.
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