jueves, 30 de julio de 2015

De otoño y ocaso



Y apareciste. Supongo que igual que todas las anteriores, pero con la extraña certeza de ser sólo tú. Quién sabe si producto de la casualidad más maravillosa que nos pudo haber pasado nos encontramos igual que una gota se funde con otra gota gemela en un torrente de agua. ¡Qué nos importarán los nombres! Sé que eres tú y eso es suficiente. La etiqueta por la que me refiero a ti no es un nombre, ni siquiera una etiqueta, es “cariño, princesa, te necesito aquí a mi lado”.

Y así apareciste. Ahora ni tú ni yo sabemos como va a terminar esta locura maravillosa. Yo me conformo con amarte a ratos, a minutos, a segundos, en pequeños instantes, y después sufrir tu ausencia. Y tú, que eres así, tan secreta y misteriosa, tan de otoño y de ocaso, aguardas con recelo a que tal vez ocurra cualquier cosa, a que nuestra agonía dichosa de querernos sorbo a sorbo se transforme en algo; en un calor prolongado, quizás en una caricia infinita, en un no echarnos nunca más de menos, en saborear eso que se llama calor, tú y yo, esos dos desahuciados del mundo de los vivos, esos dos enamorados de los sueños cumplidos.

No hay comentarios :

Publicar un comentario